Segundo día por la mañana: Plaza y Basílica de San Pedro
Desayunamos en el hotel como haremos el resto de días. Desayuno tipo buffet clásico, con zumos de fruta, leche o café, pan tostado, bollería, cereales, huevos revueltos, embutido y fruta.
Hoy nos hemos levantado pronto pues tenemos una reserva a las nueve de la mañana para acceder a la Basílica de San Pedro. Sí, ya sé que las visitas a la plaza y a la basílica son libres y gratuitas, que no es preciso reservar, pero entonces te arriesgas a soportar colas kilométricas para pasar los controles de seguridad. Ese el motivo por el que traíamos desde casa la reserva de acceso sin colas. Poco más tarde, pudimos comprobar que habíamos acertado.
 |
Basílica de San Pedro |
Así pues, tomamos el metro en la estación de Barberini y nos bajamos en Ottaviano, a pocos minutos de nuestro destino. El metro de Roma consta básicamente de dos líneas, la A y la B, con algún pequeño ramal. Las líneas no atraviesan el centro de la ciudad, por lo que solo te sirven para acercarte a tu meta y luego caminar o tomar el autobús, pero el tráfico es un poco caótico, así que la mejor opción es la del paseo.
 |
Cúpula de Miguel Ángel |
Una cosa que me ha parecido genial en Roma es la presencia de infinidad de fuentes de agua para beber en las calles, creo que hay unas dos mil repartidas por toda la ciudad. Por lo que si tienes la precaución de llevar una botella, puedes ir rellenándola cada poco. Un gran acierto, que otras grandes ciudades como Madrid, deberían imitar. Cuando yo era pequeño, recuerdo que mi madre llevaba en el bolso un vaso plegable de plástico y podías coger agua en las numerosas fuentes de Madrid. Pero con el tiempo han ido desapareciendo todas.
Volviendo al metro, las instalaciones y los trenes son antiguos (no tanto como en París), pero funciona muy bien y tiene buena frecuencia de paso, así que si te pilla bien el recorrido, aprovéchalo. Nosotros lo tomamos para ir al Vaticano, al Coliseo y a San Juan de Letrán, ya que estos sitios sí tenían buena combinación desde nuestra estación.
 |
Obelisco Vaticano |
Un poco antes de las nueve, estábamos ante el Portone di Bronzo, la puerta de acceso a los controles de acceso a la basílica, que está situado en la columnata del lado derecho de la plaza. Entramos sin esperar ninguna fila y ya estábamos en otro estado, Ciudad del Vaticano, el país más pequeño del mundo con apenas mil habitantes, incluyendo al personal religioso que trabaja en las difernentes dependencias vaticanas y los miembros de la Guardia Suiza, cuerpo de seguridad al servicio del Papa.
 |
Fuente diseñada por Bernini |
La Piazza di San Pietro, verdadera obra maestra de Gian Lorenzo Bernini, en un espacio con forma de elipse formado por dos columnatas que simbolizan los brazos abiertos de la iglesia para acoger a todas las personas que se acercan a ella. Las columnatas tienen cuatro filas de columnas, y están coronada por 140 estatuas de santos de 3,20 metros de altura. El interior de las columnatas pèrmite el paso de un vehículo. El tamaño de las 284 columnas es colosal, como todo en el Vaticano, y para rodear cualquiera de ellas es preciso que cinco personas se cojan de las manos.
El centro de la plaza lo ocupa el Obelisco Vaticano, traído de Egipto y que se encontraba en el Circo de Nerón. En su día fue testigo del martirio y muerte de San Pedro, y fue colocada en la plaza en memoria del martirio de los cristianos a lo largo de la historia.
A ambos lados del obelisco, en línea con él y situadas en el eje mayor de la elipse de la plaza, hay dos fuentes, una del propio Bernini y la otra de Carlo Fontana. Estas cada una de estas y el propio obelisco se encuentra un disco de mármol de color blanco con la inscripción "Centro del colonnato". Se trata del punto focal de las columnas, es decir, si miras la columnata desde este lugar, las columnas se alinean y solamente ves la primera. Otro alarde arquitectónico más.
 |
Punto focal de la columnata |
Cuando giras la mirada hacia la fachada de la basílica, diseñada por Carlo Maderno, te sobrecogen las dimensiones: 115 metros de longitud y 44,5 de altura. En la parte alta se sitúan trece esculturas de casi seis metros, que representan a los apóstoles, excepto san Pedro, a san Juan Bautista y a Cristo Redentor.
La cúpula de Miguel Ángel alcanza los 136,57 metros de altura desde el suelo hasta la parte superior de la cruz externa. Es la cúpula más alta del mundo. Su diámetro interno es de 41,47 m, ligeramente inferior a la del Panteón de Agripa.
Pero vamos al interior de la basílica. El pórtico está flanqueado por las estatuas ecuestres de Carlomagno y de Constantino. La bóveda tiene esculturas de treinta y dos papas.
 |
Bóveda del pórtico |
El acceso desde el pórtico se hace a través de las cinco puertas de la basílica: Puerta de la Muerte, Puerta del Bien y del Mal, Puerta de Filarete, Puerta de los Sacramentos y Puerta Santa; esta última solamente la abre el Papa en los Años Santos.
. El espacio está dividido en tres naves separadas por pilares. En la nave central hay hornacinas en los pilares con esculturas de los santos fundadores. Está decorada con diez mil metros cuadrados de mosaicos, y en el suelo de mármol están marcadas las longitudes de las principales iglesias católicas del mundo.
Las naves laterales presentan varias capillas y numerosos monumentos funerarios de diferentes papas. En la nave de la Epístola, la del lado derecho, la primera capilla es la de La Piedad. Aquí se puede contemplar la obra maestra de Miguel Ángel, la escultura que muestra a la Virgen María sosteniendo el cuerpo de su hijo. Es la única obra firmada por el autor, y hay que destacar que fue realizada cuando el artista contaba con tan solo 24 años. Un prodigio de talento, que todo el mundo debería ver al menos una vez en su vida.
 |
La Pietà, obra de Miguel Ángel |
Otro de los principales puntos de interés es el Baldaquino de Bernini, impresionante obra de 29 metros de altura, y realizado en bronce traído del Panteón. En el centro del baldaquino está el altar papal de mármol blanco. Todo el conjunto está ubicado exactamente sobre la tumba de San Pedro.
 |
Baldaquino de Bernini |
Frente al Baldaquino hay que destacar la estatua de San Pedro Apóstol, una escultura en bronce que se atribuye a Arnolfo di Cambio, y está situada bajo un dosel en la parte derecha de la nave central.
 |
San Pedro Apóstol |
 |
Sepultura de Alejandro VII |
 |
Sepultura de Juan Pablo II |
Como dijimos más arriba, debajo del baldaquino se encuentra la tumba de San Pedro y las grutas vaticanas, con las sepulturas de otros papas, pero no hicimos la visita pues nuestra hija no alcanza la edad mínima para el acceso, quince años.
Y después de recorrer todo el recinto basilical, nos enfrentamos al desafío de subir a la cúpula. Hay dos opciones, una es subir a pie los 550 escalones (altura equivalente a 30 plantas), y la otra es tomar un ascensor hasta la base de la cúpula, con lo que te evitas subir 220 escalones (13 plantas), y desde allí, a pie hasta la linterna de la cúpula ascendiendo a través de varios tramos de escaleras de diferentes tipos, con un total de 320 peldaños (17 plantas).
 |
Billete del ascensor de subida a la cúpula |
Hay que decir que yo iba con un importante problema en mi rodilla izquierda, por el que próximamente pasaré por el quirófano, así que la perspectiva de trepar a través de cientos de escalones no era muy atractiva, pero por nada del mundo quería perderme la experiencia de contemplar Roma desde lo alto de la iglesia. Así que hicimos el primer tramo en el ascensor hasta la terraza superior de la basílica, al nivel del tejado donde se encuentran las estatuas de Cristo y los apóstoles.
 |
Base de la cúpula |
Desde aquí se puede pasar al pasillo que rodea el interior de la cúpula, justo encima de la leyenda que la bordea: "TV ES PETRUS ET SUPER...". Estas letras que desde el suelo de la basílica parecen de tamaño normal, tienen una altura de dos metros. En San Pedro todo es colosal, las esculturas, las columnas, etc. Lo que pasa es que no se aprecia esa grandeza porque es todo armónico, y solo cuando te acercas al objeto en cuestión te apabulla su tamaño.
Cuando te asomas a la barandilla de la cúpula, tienes tres vistas maravillosas. En primer lugar, tienes a tu alcance los increibles mosaicos que adornan toda la basílica, y que desde el suelo parecen frescos pintados en lugar de pequeñas teselas. Después diriges la mirada hacia lo alto y te encuentras la linterna y la increible decoración del tambor de la cúpula. Por último miras hacia abajo y apenas consigues distinguir a las personas que transitan por la nave de la iglesia. ¡Y todavía estamos a mitad de camino!
 |
Mosaicos de la cúpula |
 |
Interior de la basílica |
 |
Linterna |
Pues bien, ahora comenzaba la odisea, el trayecto a través de diversos tramos de escaleras que nos iba a conducir hasta lo alto de la basílica, hasta la terraza exterior de la linterna, cerca de 130 metros de altura. Hay tramos de escaleras de caracol, otros de peldaños anchos y de poca altura, otros más empinados, en fin que no te aburres. La parte peor, es un tramo circular que rodea el perímetro de la cúpula y las paredes siguen la inclinación de esta, por lo que hay un momento en que empiezas a sentir que la cabeza te da vueltas. Es tu cerebro, que no coordina el suelo perfectamente equilibrado y recto con la curvatura de las paredes.
 |
Escalera con paredes inclinadas |
 |
Piazza di San Pietro |
En la foto de la izquierda se aprecia este tramo con paredes inclinadas. Después de los 320 escalones de rigor, se llega a la cima, una pequeña terraza circular alrededor de la linterna, y cerrada con un enrejado. Desde aquí tienes las mejores vistas de toda la ciudad de Roma, incluso de los pueblos de alrededor, y dicen que es posible ver el mar cuando las condiciones de la atmósfera lo permiten. También es un buen observatorio para ver el interior de la Ciudad del Vaticano, los jardines por los que pasea el Santo Padre, el tejado a dos aguas de la Capilla Sixtina y por supuesto, la Plaza de San Pedro.
 |
Disfrutando de las vistas |
Pues bien, ya has subido, pero ahora hay que plantearse la bajada. Otra vez escaleras y más escaleras hasta el pie de la cúpula. Aquí te puedes tomar un descanso, aprovechar para beber un poco de agua y visitar la tienda de recuerdos, donde un grupo de religiosas se encargan de atender a los numerosos turistas. Nosotros empleamos el breve periodo de descanso antes de tomar el ascensor para escribir y echar al correo unas postales para la familia.
 |
Tienda de recuerdos sobre el tejado de la Basílica de San Pedro |
Una vez cumplidas las obligaciones postales, vuelta al ascensor para regresar al interior de la basílica, terminar de admirar las capillas, los numerosos altares, esculturas, sepulturas papales, cúpulas laterales, etc.
Detalles de las bellísimas cúpulas de las diferentes capillas y naves laterales. Mires donde mires, todo rezuma arte y belleza.
Después de volver a echar una última mirada a la imagen de La Pietà de Miguel Ángel, nos dirigimos a la salida de la Basílica. Habíamos llegado alrededor de las nueve de la mañana, y cuando abandonábamos la plaza de San Pedro eran más de las doce y media. Tres horas y media de visita a la iglesia más importante de la Cristiandad, que habían pasado volando. Para terminar, nada mejor que un breve encuentro con algunos miembros de la Guardia Suiza, que con su tradicional uniforme, llenan de color los accesos a la Ciudad del Vaticano.
Este peculiar uniforme bicolor parece ser un diseño del mismísimo Miguel Ángel. Ni Ágatha Ruiz de la Prada lo hubiera podido superar.
La tarde dio más de sí, pero lo contaremos en el siguiente capítulo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario