Primer
día: Vuelo, traslado al hotel y toma de contacto con Roma
Nuestro
vuelo salía a las 12 del mediodía, por lo que tomamos un taxi con
destino al aeropuerto de Barajas, donde llegamos a las 10:00, hicimos
el check in y la facturación del equipaje y nos fuimos a almorzar tranquilamente.
Tras
dos horas y media de vuelo aterrizamos en el Aeropuerto de
Fiumicino-Leonardo da Vinci. Después de recoger las maletas en la
cinta de equipajes nos dirigimos a la salida, donde nos esperaba
nuestro chófer, Dario, con un gran cartel con mi nombre. Montamos en
el vehículo, un flamante Mercedes clase E, y nos encaminamos hacia
el hotel. Al llegar a la entrada de Roma el conductor nos dijo que
iba a hacer un pequeño tour para enseñarnos algunos de los encantos
romanos, y nos mostró las Termas de Caracalla, el barrio judío y la
plaza Venecia, además de algunas de las principales calles. Todo un
profesional, con el que hice mis primeros pinitos con el idioma
italiano. Grazie, Dario!
Dejamos
el equipaje en la habitación, y salimos a pasear por las calles de
Roma. La primera impresión fue de sorpresa al comprobar que la
mayoría de las calles conserva el tradicional adoquinado en lugar
del asfalto. Esto, que puede resultar incómodo para el tráfico,
tiene una gran ventaja: las calles no desprenden el calor asfixiante
del alquitrán, y se puede callejear de manera más agradable, aunque es aconsejable llevar calzado cómodo.
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Fontana del Tritone |
Pasamos
por la plaza Barberini, donde se puede admirar la Fontana del
Tritone, una de las primeras obras de Bernini, el escultor que
aparece una y otra vez por toda la ciudad. Para llegar a la iglesia de la Trinità dei Monti, en lo alto de la
escalinata más famosa del mundo, la que une esta iglesia con la Piazza
di Spagna, tomamos la Via Sistina, en donde nos compramos dos porciones de pizza al corte o pizza al taglio para matar el gusanillo. Delante de la iglesia se alza el Obelisco Salustiano, uno
de los trece que acompañan a las fuentes e iglesias por toda la
ciudad de Roma. Al pie de las escaleras, se encuentra la Fontana de
la Barcaccia, una fuente con forma de barca que fue comenzada por
Bernini padre y terminada por su afamado hijo Gian Lorenzo. Esta
plaza y las escaleras siempre están abarrotadas de gente
descansando, haciendo fotos o refrescándose en la fuente. Nuestro
paseo continuó hasta la Piazza del Popolo, antigua puerta de entrada
a la ciudad imperial. Allí nos encontramos el Obelisco Flaminio en
el centro de la plaza, justo enfrente de las iglesias casi gemelas de
Santa Maria dei Miracoli y Santa Maria in Montesanto. No pudimos
entrar a visitar Santa Maria del Popolo porque la plaza estaba
acordonada por la celebración de un concierto, así que nos perdimos
la visita a la Capilla Chigi, otra de las muchas obras maestras de Bernini. Otra vez será.
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Piazza di Spagna |
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Trinità dei Monti |
Bajando
por la Via del Corso, la calle comercial por excelencia de Roma, llegamos a la Piazza Colonna, donde puedes
admirar la Columna de Marco Aurelio, con un relieve en espiral donde
se narran las guerras marcomanas contra los germanos. Está
construida a semejanza de la columna de Trajano, y coronada con una
estatua de San Pablo en sustitución de la original que representaba
al emperador. En la plaza se encuentra el Palacio Chigi, sede del
gobierno italiano, y una elegante fuente con delfines de Della Porta.
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Columna de Marco Aurelio |
Nuestra
ruta continuó por las estrechas calles interiores hasta desembocar en la
Fontana di Trevi. Impresionante obra de Nicola Salvi, con la
representación de Océano domando las aguas del mar. La fuente
actual ocupa el lugar en el que se levantaba una antigua fuente
romana que marcaba el final de un acueducto, y debe su nombre al
hecho de estar en la confluencia de tres calles (tre vie). Como
mandan los cánones, lanzamos una moneda a la fuente para asegurarnos
otra visita a Roma.
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Fontana di Trevi |
Seguimos
por Via del Corso hasta llegar a la Piazza Venezia, el lugar donde se
encuentra el monumento más controvertido de la ciudad, el
Vittoriano, monumento de 70 metros de altura erigido en homenaje a
Vittorio Emmanuele II, padre y unificador de la patria italiana. Se
trata de una imponente mole de mármol blanco, visible desde
cualquier lugar de la ciudad. En su interior acoge el Museo del
Risorgimento y en su parte frontal se encuentra la tumba del soldado
desconocido. La polémica viene porque hubo que destruir una gran
parte de la Colina Capitolina y el barrio medieval que albergaba para erigir el monumento. Los
italianos lo conocen como la "máquina de escribir" o la "tarta de
boda".
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Monumento de Vittorio Emmanuele II |
Desde
aquí iniciamos el regreso al hotel pasando por delante del Palacio
del Quirinal, residencia del presidente de la República Italiana, con la fuente de Cástor y Pólux, y el inevitable obelisco, traído de las ruinas del mausoleo de Augusto y gemelo del obelisco Esquilino.
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Obelisco Quirinal y estatuas de Cástor y Pólux |
Pasamos por el cruce de las Quattro Fontane, cuatro fuentes monumentales ubicadas en los
chaflanes de las cuatro esquinas. Un último vistazo a la Fontana del
Tritone, y a la habitación a refrescarnos para la cena en el Pepy's Bar, en la esquina de la Piazza Barberini. Ensalada de atún y pizza de peperoni. Hay que decir que en Roma la cerveza es súper cara, por un vaso de 30 cl te cobran 4 euros y por la botella de medio litro, 6 euros o algo más.
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