Tercer día. Musei Vaticani, il Pantheon e Il Gesú
Este día comienza con un desayuno temprano en el hotel, pues teníamos concertada la visita a los Museos Vaticanos a las diez de la mañana, y debíamos estar en el punto de encuentro al menos quince minutos antes. Este punto se encuentra en la plaza del Papa Pío XII, en las oficinas de Opera Romana Pellegrinaggi. la entidad que gestiona las tarjetas turísticas Omnia Card.
A las diez, un guía convocó al grupo y nos llevó a paso ligero hasta la entrada de los museos, donde hay dos filas, la general para los visitantes sin entrada reservada ni cita previa, y la de grupos para los que sí la tienen. Es un gran acierto reservar la visita o adquirir la entrada por internet, ya que las esperas en la cola general pueden ser de varias horas.
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Colas en los accesos de los Museos Vaticanos |
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Entrada |
Se pasa el pertinente control de seguridad y ya estás dentro del vasto complejo de los Museos Vaticanos, conjunto de galerías y estancias donde se conservan las obras de arte que la Iglesia católica ha ido recopilando a lo largo de los siglos, a partir de la colección privada de Julio II.
La sucesión de obras maestras es incesante, y abarca desde el arte egipcio y mesopotámico hasta Van Gogh, Rodin o Dalí.
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Sarcófago egipcio |
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Tablilla con escritura cuneiforme |
La parte más interesante para mí, eran las salas del Museo Gregoriano, pues atesoran las piezas egipcias, de Oriente medio y el arte etrusco. Aquí se pueden admirar sarcófagos, momias con todo su ajuar funerario, vasos canopos y estatuas egipcias. Asimismo restos epigráficos de Mesopotamia, sarcófagos etruscos, mármoles del Partenón y mosaicos romanos.
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Momia egipcia |
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Naóforo Vaticano |
Los Museos Vaticanos ocupan un total de 14 kilómetros de galerías, salas y pasillos, por lo que la visita completa de todos ellos pueden extenderse durante horas y horas. Nosotros elegimos el itinerario abreviado que te dirige a la Capilla Sixtina sin recorrer toda la extensión de los museos. No vimos toda la exposición, aunque sí lo más interesante para nosotros, ya que no queríamos agobiar a nuestra hija con la visita completa. Ya volveremos.
Como he dicho, la acumulación de obras de arte es impresionante, pero no se puede dejar de lado la belleza del continente, es decir, la decoración de las paredes y sobre todo, los maravillosos frescos y relieves que cubren los techos de las salas y galerías. Aquí derrocharon talento los mejores artistas italianos.
También merece la pena visitar los patios interiores de los museos, pues aparte de albergar algunas esculturas, tienen bonitas fuentes y jardines muy agradables. El gran Patio de la Piña o Cortile della Pigna muestra en su zona central una obra en bronce de un artista contemporáneo, Pomodoro. La escultura se llama Sfera con sfera.
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Sfera con sfera, de Pomodoro |
A continuación, una selección del arte griego y romano, con esculturas y mosaicos
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Antonino Pio |
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El Discóbolo |
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Busto de Pericles |
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Hermes del Belvedere |
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Mosaico de Afrodita |
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Mosaico romano |
Mención especial merecen las Estancias de Rafael, cuatro salas que formaban parte de los aposentos del papa Julio II. La decoración fue realizada por Rafael y sus discípulos. Aquí se encuentran algunos frescos tan conocidos como La Escuela de Atenas, El incendio del Borgo, La Misa de Bolsena y la Visión de la Cruz.
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La Misa de Bolsena |
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La Escuela de Atenas |
Y por fin llegamos a la joya de la corona, la Capilla Sixtina, el lugar sagrado donde se reúne el Colegio Cardenalicio para elegir al nuevo Papa. Cuando esto sucede, se coloca una chimenea en el tejado para indicar con humo blanco o negro el resultado de las votaciones del cónclave.
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Galería de acceso a la Capilla Sixtina |
La Capilla es un edificio singular, pues no tiene fachada principal ni entrada desde el exterior, solamente se puede acceder a ella desde el Palacio Apostólico. Sus medidas interiores también son excepcionales, pues se corresponden exactamente con las del Templo de Salomón.
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La Capilla Sixtina desde la Plaza de San Pedro |
Botticelli, Ghirlandaio, Roselli y Perugino se encargaron de la decoración de las paredes laterales, y Miguel Ángel de la bóveda, donde plasmó imágenes del Génesis, como la Creación, El Diluvio universal o la Caída del hombre. También pintó la pared del altar con escenas del Juicio Final. Es una auténtica maravilla, en la que lamentablemente no permiten tomar fotografías, aunque muchas personas se saltan la prohibición.
Pese a tratarse de un recinto sagrado, dedicado al culto, en donde debería reinar el silencio, es un lugar lleno de ruidos, voces y con gran aglomeración de turistas que hacen difícil disfrutar de manera adecuada de su contemplación. Los vigilantes dirigen la marea humana y no te permiten casi ni pararte a echar un vistazo a las increíbles figuras que decoran techo y paredes. En ese aspecto, me recordó a la sala del Museo del Louvre donde se expone el cuadro de La Gioconda, llena a rebosar de personas con cámaras y móviles intentando inmortalizar la visita.

Tras el paso por la Capilla, una visita a la zona de venta de recuerdos y a la salida. Aquí nos encontramos con la escalera helicoidal de Giuseppe Momo, realizada en 1932, y que mucha gente confunde con la escalera de Bramante. Esta última se encuentra en el Museo Pío Clementino y está cerrada al público. En todo caso, la diseñada por Momo es una preciosidad. En realidad se trata de dos hélices que se cruzan, una de subida y otra de bajada, aunque actualmente solo se utiliza la de bajada.
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Escalera helicoidal de G. Momo |
Y de este modo se acabó nuestra visita a los Museos Vaticanos, y como se acercaba la hora de la comida, nos dirigimos a uno de los sitios recomendados para tomar algo. El lugar se llama Panino Divino, en la Via dei Gracchi, cerca del Vaticano. La especialidad del local son los panini, una especie de bocadillos elaborados con una gran variedad de ingredientes: embutidos, salazones, ensaladas, quesos, cervezas y vinos. Buena calidad, muy rico todo y buen precio. Como dice el nombre del local, "divinos".
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Panino Divino |
Repuestas las fuerzas, nuevo paso por el Castel Sant'Angelo para atravesar el Tiber por el puente escoltado por ángeles para alcanzar la Piazza della Rotonda, en cuyo lado sur se encuentra el Panteón de Agripa.
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Castillo y puente de Sant'Angelo sobre el río Tiber |
Se trata de otro de los grandes monumentos de Roma, el mejor conservado de los construidos por el imperio romano en la ciudad. El motivo de su excelente estado, es que en su interior alberga la iglesia católica de Santa Maria Rotonda, que da nombre a la plaza.
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Panteón de Agripa |
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Oculus |
La cúpula del Panteón, construida en el año 125, tiene unas dimensiones de 43,44 metros de altura y 43,44 metros de diámetro. Esto quiere decir que podría meterse en el recinto una esfera sin que quedase espacio libre. Un ejemplo más del ingenio constructivo del imperio romano. Sus dimensiones son ligeramente superiores a la cúpula de la Basílica de San Pedro. El secreto de su construcción son las cinco filas de casetones que aligeran el peso de la estructura, y permitieron a Apolodoro de Damasco levantar la cúpula de manera magistral. En su parte cenital cuenta con un óculo de 9 metros de diámetro para la iluminación del interior.
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Pronaos |
El pronaos de entrada, con ocho columnas en la fachada, pertenece al templo que ocupaba el lugar del Panteón antes de su destrucción por un incendio. En el interior del recinto se hallan varias tumbas, entre ellas las de Rafael Sanzio, y los reyes de Italia Victor Manuel II y Humberto I.
Antes de abandonar la plaza, echamos un vistazo a la Fuente del Delfín, obra de Giacomo della Porta, coronada por el Obelisco de Ramsés II.
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Fuente del Delfín y Obelisco de Ramsés II |
La siguiente etapa del paseo nos lleva a la única iglesia gótica de Roma, la basílica de Santa Maria sopra Minerva, así llamada por estar levantada sobre un antiguo templo dedicado a la diosa Minerva.
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Santa Maria sopra Minerva |
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Vidrieras del ábside |
La iglesia es propiedad de los frailes dominicos, y en su sacristía llegaron a celebrarse en el siglo XV dos cónclaves papales. En el interior de la nave se hallan las tumbas de varios papas y del pintor Fra Angelico.
Carlo Maderno se encargó de su reforma que dotó a la iglesia de una fachada barroca, y en el siglo XIX adquiríó su aspecto actual, de estilo neomedieval.
La iglesia se encuentra en la Plaza de la Minerva, y delante del templo se levanta el "Pulcino della Minerva", una curiosa estatua de un pequeño elefante diseñada por Bernini. Sobre el lomo del animal se colocó un obelisco egipcio que había sido encontrado en el jardín de los dominicos adyacente a la iglesia. Una nueva obra de Bernini y un nuevo obelisco, dos de las señas de identidad de Roma.
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Pulcino della Minerva |
Continuando por el Corso Vittorio Emanuele II, llegamos al Área Sacra de Largo de Torre Argentina, cerca del lugar donde asesinaron a Julio César. El yacimiento arqueológico contiene restos de cuatro templos de época republicana y las ruinas del Teatro de Pompeyo. También se encuentra aquí un refugio para gatos callejeros muy popular en Roma.
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Largo de Torre Argentina |
Muy cerca se encuentra otra joya del barroco, la Iglesia del Gesù, en la plaza del mismo nombre. Se trata de la iglesia principal de la Compañía de Jesús, y está considerada como la precursora del barroco en Italia. Fue construida por Vignola y della Porta, y consta de una única nave con varias capillas laterales.
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Il Gesù |
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Triunfo del Nombre de Jesús, de Gaulli |
Destaca la decoración del techo. El fresco de Gaulli, llamado el Triunfo del Nombre de Jesús, es un prodigio de color; además está acompañado de figuras de estuco y madera, que acrecientan la sensación de relieve. En el suelo y justo debajo de la bóveda se ha colocado un gran espejo inclinado que permite observar los frescos del techo sin levantar la cabeza.
Giovanni Battista Gaulli también se encargó de la decoración de la cúpula de esta iglesia, que alberga la tumba de San Ignacio de Loyola, fundador de la Compañía de Jesús.
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Domo de Il Gesù |
La innovadora fachada de della Porta sirvió de inspiración para muchas otras iglesias de Roma, como la de Santa Maria in Vallicella, de la que hablamos en un capítulo anterior, y la de Santa Maria della Vittoria, que visitaremos más adelante.
Después de tanta iglesia y tanto arte, el calor del mediodía nos aconsejó que hiciéramos un paréntesis para degustar otro de los productos estrella de Roma: los helados. Así lo hicimos en un establecimiento en la misma plaza del Gesù, para reponer fuerzas: un delicioso helado de yogur.
Con esto habíamos cubierto el objetivo del día, por lo que solo nos quedaba callejear tranquilamente hasta la hora de la cena. Durante nuestro paseo volvimos a pasar por la Plaza de Venecia y la imponente figura del Vittoriano, el monumento en honor al padre de la patria italiana.
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Monumento en homenaje a Victor Manuel II |
Desde aquí tomamos la Via del Corso, una de las avenidas comerciales de Roma, donde puedes encontrar tiendas de todas las grandes marcas de moda internacional, y encaminamos nuestros pasos hacia la Plaza de España, pues queríamos contemplar el atardecer desde la iglesia de la Trinità dei Monti, en lo alto de la escalinata.
Ya dije en algún momento que me sorprendió gratamente la existencia de numerosas fuentes para beber agua en muchas esquinas de Roma. Otra cosa que me llamó poderosamente la atención fue el hecho de que muchas calles están pavimentadas con adoquines en lugar de asfalto. Como pudimos comprobar esa ausencia de alquitrán en las calles hace que la temperatura a pie de calzada no sea tan agobiante como en la mayoría de ciudades. Por eso, pasear por Roma, aun siendo pleno verano, constituye un placer muy agradable.
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Atardecer en Trinità dei Monti |
Y por fin llegamos a la cima de la escalinata de la Plaza de España, junto al obelisco y la iglesia de Trinità dei Monti para gozar del maravilloso espectáculo del ocaso. Tanto la plaza de España como la explanada delante de la iglesia están siempre abarrotadas de gente, pero en la hora crepuscular, esa presencia humana se acrecienta de manera muy importante. Otro de los puntos preferidos por los romanos para observar la puesta de sol, es la terraza del Gianocolo, junto a la Academia de España y la iglesia de San Pietro in Montorio.
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Terraza de la plaza de Trinità dei Monti |
Para terminar la jornada, una buena cena en la terraza del restaurante Pepy's Bar, donde dimos buena cuenta de una pizza al funghi y una insalata di tonno, antes de regresar al hotel para gozar de un más que bien merecido descanso.